El Raymi Ancestral en honor al patrono San Antonio, es un sincretismo de la religión católica con la cultura de las comunidades cañaris.
En la casa de Jesús Pichasaca y María Jeśus Tenezaca, allá en Narrío, en Quilloac – Cañar, la gente se reúne para la fiesta.
Era martes en la tarde. Jesús, ingeniero comercial, y María, licenciada en enfermería, recibían en su casa a los familiares, amigos, vecinos que a lo largo de un año acompañaron en cada una de las celebraciones, que como “Alcalde” o priostes para la fiesta de San Antonio de Pádua de la comunidad de Junducuchu, realizó; y que este domingo culmina con la entrega del bastón de mando al prioste determinado para este año.
En la familia y en la comunidad reinaba la unión. Los esposos están más unidos que nunca, los familiares de ellos también; y comparten esta unión los vecinos y parientes. Todo gira en torno a la unión, porque San Antonio de Pádua, es el santo de la unidad.
Desde muy temprano el martes, algunos hombres y mujeres ya estaban en casa del Alcalde Jesús Pichasca, ayudando para que la celebración inicial de salida de San Antonio de la casa del Síndico Lorenzo Aguayza a la casa del prioste, se lleve a cabo como la tradición de la comunidad lo establece.
En la tarde, poco a poco llegaron los acompañantes. Entre los primeros estaban Kléber Tenezaca, que entre sus ropajes llevaba la dulzaina -instrumento musical propio de su esta cultura de la provincia del Cañar- y Luis Palchizaca, un chiquillo de diez años, que desde hace unos tres toca el redoblante. Él es nieto de Kléber, los dos hacen una dupla perfecta a la ahora de interpretar los sonidos en las ceremonias.
Conforme caía la tarde y llegaba la noche, también llegaban los invitados. En la cocina las mujeres prepararon el caldo de res. Se olía a carne fresca de una res recién sacrificada. En una casa aledaña a la del prioste, otro grupo de féminas pelaban papas y asaban cuyes.
La chicha en una shila de barro se puso sobre la mesa y Pedro repartió un vaso de esa dulce chicha a cada invitado. Previo a la merienda, se soltaron dos cohetes. Para salir a la casa del síndico, era indispensable la llegada Matías Romero con el acordeón y cenar. Con todos los instrumentistas en casa del prioste y culminada la merienda, empezó la peregrinación.
Al ritmo del pasacalle, sonando la Chola Cuencana y el Chulla Quiteño en el acordeón y el huiro, salió la muchedumbre rumbo a la casa del Síndico (el dueño del santo) Lorenzo Aguayza. Una vía angosta iluminada en unas partes y oscura en otras, condujo al sitio. Dos jóvenes incienceras y algunos devotos caminaron más de 30 minutos, pasaron por Hierbabuena y por otras comunidades cercanas, hasta llegar a Junducuchu, subiendo una empinada carretera.
El prioste Jesús iba junto a su esposa María y a los acompañantes. El sonido de la dulzaina era tan fuerte, que se escuchaba a muchos metros de distancia. Entre la música sonaba la dulzaina, ese pequeño instrumento de viento dejó de silbar cuando llegó a la casa del Síndico, donde las imágenes de San Antonio de Pádua y el Divino Niño vestían mantos rojos y dorados, y reposaban en una altar hecho de flores y frutas.
El altar era una muestra de la abundancia de la tierra. Limeños amarillos, tan amarillos como el sol, colgaban de las vigas del techo de la casa. Estas calabazas forman parte de las guirnaldas de frutas que se extendían por todo el altar, se acompañaron de racimos de plátanos, de guineos. Además tenían colgadas piñas y entretejidos entre sí peras, mangos, tomates de chupar o de árbol, granadillas, ajíes. Eran las hojas verdes de plantas nativas del sector, las que adornaban estas guirnaldas, que también sostenía jugos en cartón y botellas de chicha.
“Que nuestro San Antonio en estos días de festividad, no dé ninguna penitencia y todos estemos juntos”, así pedía Pedro Pichasaca, un taita, un sabio de la comunidad que se encargó de guiar el rezo, de elevar el Padre Nuestro en español y quichua.
Corta resultó la sala del altar para los priostes, los músicos y los acompañantes, que sorteando la pequeña llovizna y la nube que caía en las noches, llegaron a cumplir con el acto de fe en honor a San Antonio.
Historia
La fiesta de San Antonio en Junducuchu es antigua, tiene aproximadamente 120 años. Pedro Jara, magíster y un asiduo activista de esta comunidad, cuenta que todo empezó por el impulso de María Francisca Solano Mayancela, “Mama Pancha”, su tía abuela. Ella encontró allá en Zhizhío a San Antonio e hizo todo lo posible para llevarlo a Junducucho.
La historia dice que Mama Pancha se llevó a San Antonio, cambió la imagen por dos almudes (50 libras más o menos) y una vacona. Incluso, se dice que existieron algunas revelaciones que hizo San Antonio a Mama Pancha, entre ellas cuando el santo le pidió: “por favor yo quiero ir a usted, a su lugar de domicilio”. Se dice también que San Antonio se reveló a la dueña, a Ana Peláez, a quien le dijo: “no quiero vivir aquí, quiero estar en la comunidad donde está mama Pancha”.
Hace 15 años la fiesta estaba por perderse, una sola familia se encargaba de hacerla. La situación económica no daba para más, así que Pedro y unos cuantos voluntarios formaron el Coro de San Antonio, 22 personas se juntaron para hacer la primera fiesta donde se resalten dos cosas, el sentimiento y fe a San Antonio y la defensa de su cultura.
Organizarse para posicionar a esta celebración como una de las más importantes de la comunidad cañari, fue la estrategia de los anfitriones. “La organización es el hilo fundamental de nuestro pueblo, sin unidad no podemos vivir, si la familia no está unida, la comunidad no está unida”, dice.
San Antonio es el santo que une a las familias. San Antonio hace confeccionar ropa, pensando en la fiesta de San Antonio se hacen sementeras, se compran animales, se crían cuyes, gallinas. Pedro relata como su gente le tiene fe. “Un compañero en este año me cuenta: yo dije, esta sementera es para San Antonio en este año, yo tengo fe que con la plata que saco de la cosecha, una partecita le doy a San Antonio y paso feliz”, así dice ese convencido del poder milagroso de la imagen, que ahora saca cualquier cantidad de papas al mercado.
San Antonio es como un elemento unificador, primero de la familia a través de la fe y luego el uso de las festividades, mediante el coro para fortalecer la unión del sector. Ahora mismo para la fiesta 2016, están 14 personas encabezando y a ellos se suman toda la familia del prioste mayor de Jesús,la gente que rodea al síndico Lorenzo (el dueño del santo), aquí todos se suman para fortalecerse y hacer como lo hizo el Inca, que redistribuía lo que tenía, porque el prioste hace una especie de redistribución, la familia que llega a la fiesta nunca llega vacía, llevan cuyes, mote, chicha, pan.
Elementos del Catolicismo
Hay dos elementos de la cuestión Católica insertas en esta fiesta: la imagen de San Antonio y las misas. “Nosotros dijimos al sacerdote, necesitamos cuatro misas para iniciar cualquier ceremonia”, dice Pedro. Los otros componentes son culturales e identitarios de la comunidad, tal es el caso de la vestimenta, música, unidad, confección de vacas locas, escaramuzas, los danzantes, damas, rukuyayas, personajes de la cultura cañari. Ahí se siente el sincretismo entre la cultura que llegó con la conquista y lo cañari.
La fiesta de San Antonio es una ceremonia que recupera la vestimenta y otros valores culturales de la comunidad de la parroquia Quilloac y la comunidad de Junducucho. (BSG)-(Intercultural).
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