Petrona Pizha es una mujer que se especilizó no solo en el corte, confección y bordado, ahora diseña las prendas y nuevos estilos a poner en los bordes, sin perder la identidad de su etnia Cañari.
En las calles Honorato Ochoa y Pinzhull, pasando la Panamericana, Petrona Pizha mantiene su taller de confección y bordado.
La mujer tambeña que viste de blusa blanca, pollera negra y unos zapatos bajos que le facilitan moverse de un lado a otro y rápido, se ha dedicado de lleno a incursionar en el diseño y confección de nuevas tendencias de ropa y moda, conservando la identidad cañari.
De su cuello cuelga la cinta métrica amarilla, una herramienta indispensable en su tarea de hacer costura, con ella obtiene la precisión de las medidas del cuerpo femenino, en el talle, el ancho y el largo de cada prenda.
Su taller es una galería. En un estante se exponen las telas acrílicas fabricadas en Ecuador de múltiples colores, predominan los verdes, fucsia, púrpuras, algunas tonalidades de colores naranjas y otros que la cliente puede escoger. Junto a la máquina overlock, reposan las polleras en procesos de producción, con filos bordados en hilo de seda y piedras de cristal para ropa.
En una mesa están los modelos de polleras, las antiguas tradicionales y las nuevas que tienen tendencia de un solo vuelo, con doblones finos y bordados anchos. Son polleras que se sujetan con reatas. En otro espacio se exhiben las blusas, hay diversidad de modelos tanto en la forma como en el bordado. La mayoría de las blusas son blancas, en medio de ellas, y muy escasas, se ven unas de colores púrpuras, rosadas y negras.
En la vitrina se ubican la variedad de hilos, todos de seda y en variados colores, que pintarán los modelos de hojas, flores, tallos o cualquier alegoría que Petrona presente en sus diseños para bordados.
En el taller suenan y suenan las máquinas, que con la velocidad casi como el aleteo de un colibrí, plasman los bordados. Son miles de subidas y bajadas que en fracciones de segundo hacen las agujas, para con cada puntada lograr la forma y el color deseado.
En ese taller se encuentran dos generaciones de tecnológicas: la más antigua marcada por la presencia de la máquina Singer negra, que con una sola aguja y al ritmo del pedaleo o al aplastar del pequeño motor de la operaria, da forma al bordado. Y la más moderna, con las máquinas “ZGM”, computarizadas, donde Adolfo Guasco, esposo de Petrona, programa los diseños por ella propuestos, para que sean las máquinas las que borden.
Migrante y emprendedora
La mujer de 44 años, es una emprendedora. Inició en el bordado al poco tiempo que terminó la escuela. Su primera formación recibió en los talleres del Servicio Ecuatoriano de Capacitación, SECAP, donde se acercó a todo lo relacionado con el corte y confección.
Hacer artesanía en textil fue lo que, a la entonces joven, llamó tanto la atención y no escatimó esfuerzo en aprender el oficio, “sentí la necesidad de hacer algo”, dice; y así fue como incursionó en la elaboración de polleras para las “cholas cuencanas”, en el bordado de Gualaceo con la conocida técnica del tambor.
El mundo le deparó algunos retos, migrar a los Estados Unidos, donde vivió 11 años, manteniendo su vestimenta y su trabajo de diseñar y hacer vestimenta para las mujeres Cañar y Chimborazo, que vivían en ese país conservando su cultura.
“Nice” (agradable), “beautifull” (bella), decían los gringos a las obras de Petrona. En ese país lejano y extraño instaló su taller, donde elaboró y vendió trajes para muchos indígenas de Centroamérica y para americanos que gustaban de la artesanía ecuatoriana. Eran los chales, polleras tipos faldas para los americanos, los que ganaron mercados. Las propuestas de Petrona también gustaron a los chinos, quienes compraron las polleras prensadas.
Dios está primero en su vida. A viva voz agradece al Gran Creador que le dio esa cualidad creadora para sus diseños y el valor para emprender. Sus obras fueron tan cotizadas, que las expuso en la sede Internacional de la Organización de las Naciones Unidos, allá en Nueva York.
“Fui inmigrante, ingresé a ese espacio, los publiqué y mis diseños están allá en la ONU. Diseñé polleras, blusas, huallcarinas (lligllas), sombreros de lana con flores; todo lo que es de Cañar y del sur de Ecuador”, manifiesta, la Tambeña que regresó al país por sus hijos, para compartir con ellos el tiempo y para emprender una micro empresa de bordados, porque está segura que: “se puede trabajar en este país, aquí también hay”.
Los trajes de Cañar y Chimborazo
Trabajar para vestir a las mujeres de las etnias del sur del Ecuador es su especialidad. En su taller están trajes de mujer cañari, chimboracense y de Saraguro. Las prendas entre una y otra etnia son diferentes. En la cultura cañari prima el gusto por los fucsia, rojo, rosado, pero no el amarillo; dicen que es el color de la riqueza del pueblo. En el Tambo, la preferencia va por los colores bajos.
Para los trajes que van a Chimborazo se usan colores más claros. El uso de piedras semipreciosas y lentejuelas dependen de la creatividad y como la diseñadora y creadora Petrona Pizha, los combine. “Todo es matizado, ponemos un amarillo que da más elegancia a las polleras”, explica.
Vestir con identidad no quita el gusto por lo novedoso. En estas épocas, al proponer y confeccionar una vestimenta no se ve solo la cultura, también se toma en cuenta la moda, por ello se plantean bordados más anchos para finos plisados. Estos resultan de la fusión entre el costumbrismo de la vestimenta de algunas comunidades de Ibarra, con las cosas que tienen los pueblos de Cañar.
Petrona indaga tanto en la dinámica de la vestimenta tradicional de los pueblos ecuatorianos y sabe que la interculturalidad en el uso de ropajes, va más allá de las culturas de nuestro país, sus obras han llegado a otras geografías del mundo y su amiga guatemalteca, artesana también, le envía diseños, para trabajar desde una unidad de pensamientos.
Antes, el trabajo era con miembros de la misma comunidad, eso no se ha perdido, pero la artesanía textil de Petrona trasciende fronteras, gracias a la visión integradora con iniciativas de otras partes del mundo.
Las blusas
Las blusas que acompañan a las polleras en cualquiera de los modelos, son otro mundo de color y diseños. La mayoría de estas prendas se confeccionan en telas blancas y la tendencia de ahora, dentro de la moda cañari, son bordados bien anchos, alegorías de flores y colores, que en conjunto cubren el pecho.
Blusas de torso ancho y de talle ajustado, de tal forma que moldee la silueta de la fémina. Hechas en seda, tienen mangas largas y la belleza del bordado se hace notorio, gracias al uso de las lentejuelas.
Las baetillas en morado y azul son colores preferidos para el traje de novia de una mujer del Cañar. Esas polleras se acompañan de una huallcarina hecha en terciopelo, bayeta, facha, hilados a manos o bayetas de orlón, en matices son diferentes.
El traje de la Ñusta
Para las princesas o Ñustas, Petrona diseña dos polleras: la recta y de un vuelo; y las más cortas y de dos vuelos, porque se usan en par. Estas polleras cañaris de estilo antiguo tienen cambios, ahora son bordadas, antiguamente las mujeres cañaris solo se vestían el filo doblado, no tenía teñidos, ni coloreados. (BSG)-(Interculturalidad).
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