sábado, 14 de mayo de 2016

Los instrumentos ancestrales musicales de Adolfo Idrovo



Adolfo Idrovo tiene 64 años, es luthier, (constructor), su especialidad es la elaboración de instrumentos andinos como rondadores, flautas, bocinas, silbatos y otros. En 1988 participó con su arte en film de Hollywood. 




En la década de los años 60, 50 años atrás, un pingullo o un rondador elaborado por artesanos de la parroquia El Cabo, del cantón Paute, no costaba ni siquiera un sucre, la desaparecida moneda nacional. Los artesanos sorteaban el tiempo y la distancia para llegar al mercado Nueve de Octubre de Cuenca y vender un pingullo en 20 centavos de sucre (dos “reales”); o un rondador en cuatro “reales” (40 centavos de la extinta moneda). 

A pesar de esos precios bajos, Adolfo Idrovo nunca pudo comprar uno de esos instrumentos sonoros. Como dice: “no tenía los dos reales y si los tenía, la prioridad era comprar pan o cualquier otro alimento”. No, no los compró, pero quedó grabado en su subconsciente la afición a ellos. En ese entonces tampoco pensó que con el paso de unos pocos años se convertiría en un productor de instrumentos ancestrales andinos; que sus manos se dedicarían a dar forma a rondadores, payas, zampoñas, quenas, pingullos, flautas, silbatos y tantos otros. 

Y, claro, jamás imaginó que su arte también le llevaría al cine, a ser parte de la famosa película “Vibraciones”, filmada en 1988, en Cuenca, Cojitambo y otros lugares de esta zona, con la famosa cantante norteamericana Cyndi Lauper y los actores Jeff Goldblum y Ramon Bieri, película dirigida por Ken Kwapis. No pudo comprar de pequeño un instrumento, pero en su convicción está claro que fue parte del “folclor que vivió”, y la parte que le impactó y cautivó tanto, así como los danzantes, los curiquingues y muchas cosas que ha vivido de la cultura popular y que en la actualidad se ha tergiversado. Adolfo cree que gran parte de la cultura originaria nuestra se ha perdido. Idrovo tiene 64 años, su tarea no es solo de luthier, es un experto en músico-terapia y así como elabora instrumentos, los interpreta, a través de ellos imparte salud. 


De las cañas a la música 

Una quena hecha con duda (una especie de carrizo) fue el primer instrumento que salió de las manos de Adolfo. De la misma duda con la que los artesanos de San Joaquín hacían los cestos, con ellos dieron forma a su primer obra. Luego vinieron las zampoñas de “Kalitubo” (la marca de una tubería de plástico para construcción). Tanto fue el amor por los sonidos andinos, que Adolfo visitó uno de los museos de la ciudad donde encontró los silbatos ancestrales de cerámica. En su mente grabó la forma de esos instrumentos arqueológicos, históricos y ancestrales, no descuidó ni un detalle para al final elaborarlos y así incrementar su portafolio de instrumentos musicales de viento, muy andinos y apegados a las culturas originarias del austro ecuatoriano. 

“Ecuador es un país rico en cañas huecas”, dice el luthier, y así como se las corta con facilidad, se las une también sin mayor problema. La duda, el zuro, la zada, zadilla, el carrizo, el bambú propiamente dicho y la caña guama o guadúa (vegetales que están dentro de la familia de los bambúes) son ideales para hacer los instrumentos propuestos por Idrovo, novedosos, fruto de su creatividad: “Preparo la caña guadúa, la dejo un solo tubo largo, luego la descascaro y dejo de un cierto grosor. Dentro de ese canuto largo, introduzco palillos delgados hechos de la duda, terminado ese proceso le sumo semillas de platanillo o achira y cierro el tubo con un tapón, cuando se lo vira, se produce el choque de las semillas y eso da el efecto del agua”. 

Esa planta tiene la cualidad de lograr sonidos de gran calidad, sonidos que fueron parte de “Vibraciones”, la película donde Adolfo tocó la paya y un rondador e interpretó sonidos que identificaron a la música de nuestro pueblo y los instrumentos aquí elaborados.(BSG) 




La semilla viva del luthier, constructor 

La historia de Adolfo Idrovo es una cosa loca. De muchacho, su madre y abuela le enviaban a aprender oficios. Estuvo en un taller de carpintería, luego en uno de joyería y por último, como panadero. “Nada de eso me gustó, pero de cada uno de esos oficios aprendí fórmulas que aplico en el arte de hacer instrumentos de viento para música andina”, afirma. El fuelle del acordeón que se abrió por la destreza de las manos de una de sus primas le despertó el interés por la música. Ella y José Castelví, primer director de la Orquesta Sinfónica de Cuenca, confabularon a su favor. 

El hoy sacerdote y entonces director del Conservatorio José María Rodríguez, le concedió una beca para estudiar cómo ejecutar la viola. Pero hay un tercer implicado en la suerte de luthier (constructor de instrumentos) y músico de Adolfo Idrovo, el músico Luis Arindia. Él le llevó al mundo de los vientos andinos, de una gira que Arindia realizara por Bolivia le trajo una quena y una zampoña. El solo tocarlas y transmitirles el aire de sus pulmones fue suficiente para que Idrovo descubra todo lo que con ellas se puede hacer. 

La música protesta Era la década de los años 1970, Chile vivía el golpe de estado, el derrocamiento del presidente Salvador Allende y empezaba la era de Pinochet. La música entonces se convirtió en uno de los lenguajes de protesta. Esas vivencias políticas latinoamericanas fueron parte del empuje para Adolfo y su amigo Efendi Carpio, odontólogo, con quien logró crear algunos instrumentos. “Escuchábamos sonidos, al principio fue solo de oído, luego con afinador, así llegamos a perfeccionar el trabajo”, argumenta… Ese fue el impulso, el empuje para que el profesor, hoy jubilado, pero un incesante constructor de instrumentos empezara a estudiar la estructura y las variedades de los mismos. 



Leer historia para producir 


Elaborar los instrumentos no es cuestión de pura aptitud, hay que revisar la historia. El rondador, por ejemplo, es un aparejo de música ancestral, tiene una estructura pentafónica y se elabora con 16, 22 y 23 tubos, de acuerdo a lo que se quiera poner. Se toca de dos en dos y el soplo produce armonía. Se dice que con la llegada de los españoles se mezcló la escala de sonidos traídos desde Europa con la escala armónica indígena. 

“Nuestros antepasados amaban su armonía y eso es lo interesante de nuestros instrumentos, ellos hicieron armonías que en la actualidad son agradables a los oídos”, así expresa Adolfo. La paya, por su parte tiene una estructura pentafónica y solamente ocho tubos. Las Flautas de Pan y varios silbatos se hacen con un solo canuto (caña). Los pequeños y delgados instrumentos son importantes dentro de la música de nuestros pueblos, pues así como se emplean para interpretar música, también son los mejores para crear efectos, como el silbo de los pájaros. (BSG).

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